Vivimos en una sociedad en la que, cada vez más, la dimensión afectica de las personas está cobrando protagonismo, conjugando de esta forma el tándem razón – corazón; o, dicho de otra forma, nos hemos dado cuenta de que es vital encontrar el equilibrio entre lo que penamos/conocemos y lo que sentimos.
El afecto tiene que ver con el modo en que somos impactados o afectados interiormente por lo que sucede a nuestro alrededor (situaciones, objetos, personas, imágenes…); igualmente nosotros podemos afectar a otras personas, no podemos olvidar que somos seres relacionales y nuestras palabras, acciones o silencios pueden repercutir directamente en otras personas.
Y os preguntaréis… pero ¿qué tiene que ver todo esto del mundo emocional con el tiempo de Cuaresma? Pues mucho, no os lo podéis ni imaginar. Un año más tenemos la oportunidad de dejarnos afectar por Dios. Habéis leído bien…permitir que Dios haga mella en nuestro corazón. Ser capaces de ver, escuchar y sentir a Dios en las distintas circunstancias que se nos presentan en nuestras vidas. Por eso, os animamos a que en este tiempo de Cuaresma os dejéis transformar sin miedo, llenos de confianza y abriéndonos de par en par a Dios y a los demás: “Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero. Todos somos obras de tu mano” (Isaías 64,8).
Os proponemos tres acciones muy concretas y cuaresmales que nos pueden ayudar a sentirnos afectados por Dios: a) rezar, introducir en la oración a los otros, sobre todo a los que más necesitan de nosotros, sedientos de un mensaje de esperanza. b) ayunar de todo aquello que no nos acerque a Dios y a los demás (egoísmo, indiferencia…) c) ofrécete, date como la mejor limosna, no te guardes nada, pues tus dones son regalo de Dios.
Deseamos que este tiempo de Cuaresma se convierta en un auténtico camino hacia la Pascua en el que nos podamos emocionar al sentirnos tocados y transformados por Dios; y de esa forma, dar una respuesta serena, realista y confiada del momento que estamos viviendo.