Cada curso, con ocasión de la celebración de la Virgen del Pilar o del de nuestro fundador el Beato Guillermo José Chaminade, en el claustro de profesores celebramos la jubilación de los compañeros que finalizan su etapa laboral. Siempre se suceden discursos emotivos, llenos de sabiduría, cariño y agradecimiento, que nos dejan perlas maravillosas sobre educación.
El pasado 16 de octubre tuvimos ocasión de celebrar la jubilación de Rafa Eguíluz, sm, religioso marianista, educador, profesor de muchas generaciones y ex-director de este cole. Rafa, en una lección magistral, nos regaló unas palabras preciosas de lo que para él es la esencia del educador marianista al que aspiramos todos y que nos inspiró. Lo hemos conseguido por escrito, y creemos que vale la pena destacarlo.
1.- Agradecimiento:
Gracias, Alfredo, por tus palabras tan amables y siempre tan generosas.
Gracias a todos por vuestra presencia en esta celebración de mi jubilación. Gracias a los que habéis venido y a los que no han podido venir. Gracias por vuestra afecto y cariño al acompañarme en esta fiesta. Fiesta que celebramos dentro de la Eucaristía: banquete de vida, banquete de libertad, banquete de acción de gracias.
Muchos son los sentimientos que surgen en mí en estos momentos. Destaco dos:
Mirando atrás: un profundo agradecimiento, a vosotros, a los que no han venido, a todas las personas que con las que he convivido a lo largo de mi vida. Es mucho lo que me habéis aportado; es mucho lo que he recibido; son muchas las bendiciones del Señor que he recibido a través de vosotros.
Mirando hacia adelante: sentimientos de ilusión y esperanza ante esta nueva etapa que voy a vivir.
Esto es como el Camino de Santiago, que he hecho varias veces: después de unas etapas ves el camino recorrido y recuerdo las personas, las experiencias tenidas, la belleza del paisaje… Miras hacia adelante y ves nuevos caminos por recorrer, paisajes distintos, pero igualmente bellos, llenos de oportunidades.
Lo importante es estar en camino, llegar a Santiago, y si es posible, sin ampollas.
2.- Claves que han animado mi ser educador marianista
Empecé a dar clase a los 22 años; me he jubilado a los 72.
Hoy quiero compartir con vosotros algo que para mí es muy apreciado: algunos principios que han animado mi ser educador Marianista. Los guardo en el corazón como un tesoro. Son las claves que he deseado plasmar mi vida de educador, las que han animado mi ser y mi hacer como maestro.
1ª.- La oración:
Rezar todos los días por los alumnos y sus familias. Los que creemos en Jesús sabemos el valor que tiene la oración. Entre otros, la oración:
- crea unidad,
- favorece la fraternidad.
Como dice el místico francés Carlos de Foucauld, rezar por el otro, interceder ante el Padre por el otro, es una gran manifestación del amor hacia esa persona por la que rezo.
2ª.- Vivir la vida como misión.
Más que un conjunto de tareas que las personas vamos haciendo a través del día, la vida es misión. La totalidad de la vida es misión.
Esta idea la encontramos en el evangelio, en la teología, pero también en distintos filósofos. Así, el gran filósofo español Zubiri, antiguo alumno de nuestro colegio de San Sebastián, dice que «la existencia es fundamentalmente misión».
Nos lo dijo también el Padre Chaminade: «Todos sois misioneros».
La misión es como el marco que da perspectiva al cuadro. No todos los marcos resaltan el cuadro del mismo modo. Por eso es importante plantearnos desde dónde realizo la misión. Para un cristiano está claro: Jesús y María son nuestros maestros, nuestras referencias de vida y de misión.
Nuestra misión hunde sus raíces en la fe en Jesús, en nuestra experiencia de fe: Él es nuestro modelo de persona y de educador.
3ª.- Y siguiendo con el P. Chaminade: «Somos los misioneros de María».
Para mí, para un educador Marianista, decir esto implica mucho. Son muchas las consecuencias que se derivan de este principio. María, madre, la mujer que acoge y acompaña.
Destaco algunas actitudes de María que he deseado aplicar en mi vida de educador: La acogida, la escucha, la disponibilidad, el servicio.
La acogida:
Cada alumno es único e irrepetible;
a cada alumno hay que acogerle y quererle, respetarle, tal como es;
acoger al alumno respetando sus ritmos, su libertad.
«La acogida bondadosa es el mejor de los apostolados»
– Carlos de Foucauld
Un detalle: siempre, y allá donde he estado, he procurado, por la mañana y por la tarde, estar en el aula unos minutos antes de empezar las clases. Me daba pie a acoger al alumno cuando llegaba: saludarle, interesarme por él, felicitarle porque era su cumpleaños, interesarme por su abuela a quien operaron ayer, preguntarle por qué no hizo ayer la tarea… tantos y tantos detalles, pequeños, pero la vida está hecha de pequeños detalles (Algunos interpretaban que mi presencia era para “vigilar” si llegaban puntuales)
La escucha:
Antes, y hoy quizás más, es importantísimo escuchar a las personas, a los alumnos:
- salir al encuentro del alumno; favorecer el encuentro con él.
- acompañarle en su proceso de desarrollo vital;
- ayudarle a crecer como persona…
- escucharle, estar atento a sus situaciones personales.
El servicio:
De pequeño, en el colegio donde estuve interno con los Marianistas, fui scout. (Aún conservo la pañoleta desde 1.961). Dos lemas de Baden-Powell se me quedaron muy grabados:
- «siempre listos para servir»,
- «cuando vayas a un lugar déjalo tan bien como estaba y si es posible, mejor» (Cuántas veces me he acordado de este lema al salir de clase, cuando iba de excursión, de ejercicios espirituales con los alumnos…)
4º.- La pedagogía de la presencia:
Ha sido una de mis preocupaciones y de mis ocupaciones. Considero que es un pilar básico de la pedagogía Marianista. Yo la aprendí de los marianistas, desde pequeño; estar con los alumnos allá donde se encuentren en el ámbito escolar: en clase, por supuesto,
en el pasillo,
en el patio,
en el deporte,
en las celebraciones…
El ser humano es un ser en relación. Sabemos de sobra, que la educación es relación, que las relaciones personalizadoras son las que educan. Me decía un antiguo alumno que ahora da clase en un colegio no Marianista:
— Rafa, como profesor, yo aplico la pedagogía marianista, muy fácil de resumir: estar presente, estar presente, estar presente; y me va muy bien.
Un detalle: Manolo sabe algunas de las muchas horas que he pasado en el patio. Una anécdota: un sábado me decía un grupo de padres.
– Ya vemos que le gusta mucho el fútbol porque viene los sábados a ver los partidos…
Y yo me dije para mis adentros, “si supiesen lo poco que me gusta el fútbol…”.
5ª.- Ser dador de sentido y signo de alegría y esperanza
Dador de sentido: ayudar a la persona, al alumno, a que vaya adquiriendo criterios desde los que pueda “leer” su persona, lo que le rodea, el mundo. Que el alumno vaya descubriendo el para qué, y más importante aún, para quién vivir.
Signo de alegría:
El Evangelio es buena noticia, noticia de vida plena, de alegría. Nuestro Dios es el Dios de la vida y de la alegría. La alegría profunda nace de encuentro con Jesús: «Con Jesús siempre nace y renace la alegría» (Papa Francisco)
«Estad siempre alegres, os lo repito, estad alegres»
nos dice San Pablo
Cuántas veces he dicho a los alumnos:
«Un cristiano triste… ¡es un triste cristiano!»
Signo de esperanza: ayudar a quitar miedos, a superar desánimos y desesperanzas; hacer ver a la persona, a los alumnos, que los deseos profundos pueden ir realizándose.
«El fundamento último de la esperanza no está en lo que queremos, deseamos o esperamos, sino en que somos queridos, deseados y esperados por Dios …»
– J Moltmann
Hay futuro, hay horizonte.
En resumen, cinco son las claves que han animado mi vida de educador Marianista: la oración, vivir la vida como misión, somos misioneros de María, pedagogía de la presencia, ser dador de sentido y signo de alegría y de esperanza.
Termino mi intervención con dos cosas más:
Gracias a todos; en Valencia y aquí, me he sentido acogido y animado con vuestra cercanía y apoyo. He disfrutado compartiendo con vosotros lo que ha sido, y es, la pasión de mi vida: la educación. Llevo la mochila cargada de nombres; me encantaría ir desgranándolos; imposible, son muchos; además uno corre el riesgo de mencionar a unos y olvidar a otros.
Pero para que esto no quede como solo sentimiento o idea, una anécdota:
Ahí está Manoli, persona de la limpieza ya jubilada. Estaba presente en lo que voy a contar. Ella se acordará que un día, cuando bajaba del cuarto piso, me dice una señora de la limpieza:
— Don Rafa, venga a esa clase.
Mientras iba por el pasillo pensé: ¡¿Cómo habrán dejado de mal, los alumnos, la clase?!. Pero pensé mal. Entro al aula y veo los pupitres juntos; unos manteles y muchos buenos alimentos.
— Don Rafa, nos hemos enterado que se va, y nosotras queremos hacerle una merienda de despedida.
Qué detallazo. Me he sentido, y me siento, muy identificado con este pueblo de Valencia: sus personas, su sol, sus costumbres, su cultura…
Una anécdota:
¡Cuánto disfruto con las Fallas! No fallo al homenaje al maestro Serrano; allí me encuentro con Luis Calabuig, pero él vestido de fallero.
Cuando José Luis Oliete era presidente de nuestra falla me impuso la medalla de la misma. Su empeño era que me vistiese de fallero para ir a la ofrenda de flores; debido a mi timidez no lo consiguió; le ponía como disculpa: no tengo traje.
Para terminar, os pido disculpas por todo aquello que haya hecho mal; por lo que os he podido molestar.
Mucho ánimo y a seguir caminando. El Pilar será lo que entre todos hagamos que sea. Y para que este colegio siga siendo El Pilar, seamos fieles al espíritu que nos dio el ser. A nuestro carisma fundacional. Esto es trabajo de TODOS