En 1946, el Colegio Ntra. Sra. del Pilar se encontraba situado en la plaza Conde Carlet, nº2, de Valencia.
Buscando la excelencia
Todo el mundo –profesorado, alumnos y padres– tiene clara conciencia de que esta sede de Conde Carlet nº2 no puede ser definitiva. Pero se respira optimismo: «Tenemos capilla, patios y sobre todo formamos un colegio y no dos, como en los años anteriores». Y no aniquilado, con el peligro de ser desahuciados en cualquier momento. Sobre esta base, mientras se busca un edificio definitivo, se trata de dar espíritu al colegio. El padre Eladio es un hombre decidido y tiene ideas claras. A los quince bachilleres de 1946, segunda promoción del colegio, les decía:
Podéis mirar con confianza el porvenir. Vuestra fuerza creciente, el entrenamiento de vuestra inteligencia y voluntad, el aprendizaje de la libertad que habéis hecho, vuestra piedad sincera e ilustrada son la mejor garantía del éxito.
Permaneced fieles a las enseñanzas y ejemplos recibidos en vuestro colegio. Sed unos trabajadores empedernidos […] La vida es lucha, competencia y, si queréis llegar a ser algo, solo lo lograréis a fuerza de trabajos, desvelos y tesón. No os contentéis con la mediocridad […] Estáis llamados a ejercer una influencia en vuestro alrededor y esa influencia debéis ejercerla con generosidad y espíritu apostólico.
Si queréis que vuestra vida alcance el máximo de bondad y perfección, debéis penetrarla y empaparla de un profundo sentido religioso. Poned a Dios por principio y fin de vuestras empresas […] Al lado del Señor, amad con ternura a la Virgen Inmaculada […] Ser un perfecto caballero, cristiano y español: he aquí el lema de vuestra vida.
Puede parecer una retórica barata de fin de curso, pero no lo era. Se va a intentar. Un colegio tiene ante todo que ofrecer una enseñanza de calidad. Si es católico, tiene que ofrecer a sus alumnos la posibilidad de un encuentro personal con Dios. Y, como personas humanas con un cuerpo, es preciso cultivarlo: hay que potenciar la gimnasia y el deporte. Pero todo eso dentro de un espíritu de familia típicamente mariano y marianista.